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Buscamos ayudar a las personas a conocer a Dios y a tener una relación personal con Él, para poder disfrutar de su salvación, vivir como Él quiere y ser luz en el mundo.
La Palabra de Dios consignada en el Antiguo y Nuevo Testamento es el fundamento de nuestra iglesia, en ella encontramos la voluntad de Dios y sus propósitos para la iglesia y para el mundo. Somos una comunidad que se mantiene fiel a la verdad que el Señor ha revelado en su Palabra, ella es fuente de vida y dirección para la fe. Estamos sostenidos por la fidelidad a la Palabra de Dios, que nos llama a anunciar las Buenas Nuevas de Jesucristo.
La fe es un llamado a caminar de la mano de Dios, a entender que necesitamos permanecer aferrados a Él para afrontar cada realidad de la vida. Solo en la medida en la que buscamos a Dios y construimos una vida de intimidad sostenida en su verdad, podemos conocerlo profundamente y cumplir el propósito que Él nos ha encargado. Somos una comunidad que depende de Dios y de su Palabra, reconociendo su llamado de permanecer en Él (Juan 15:1-17).
Como comunidad, reconocemos el principio del amor como eje central de la revelación de Dios. El llamado a amar a Dios y a los demás nos desafía como comunidad de fe a reflejar el amor que hemos recibido de parte de Dios. Amamos a Dios amando su Palabra y obedeciendo su voluntad. Amamos a los demás sirviendo con entrega, pero también anunciándoles la verdad de Dios revelada en las Buenas Nuevas.
Buscamos vivir una vida de total adoración y dependencia de Dios y de su Palabra, mostrando transparencia en cada uno de los asuntos eclesiales, económicos, administrativos y sociales que nos corresponden. La verdad de la Palabra nos llama a vivir de manera piadosa en todos nuestros procesos; por eso, hemos desarrollado una estructura que nos permite cuidar de manera transparente los recursos económicos, humanos, espirituales, etc., que Dios nos ha encargado.
La Palabra de Dios nos da la seguridad de que aquellos que han creído en Cristo como su Señor y Salvador, pueden vivir confiados en esta vida y por la eternidad. Afirmamos que nuestra única esperanza descansa en la persona de Jesús. Él nos ha dado salvación por su sacrificio en la cruz y nos ha asegurado la vida eterna por su resurrección de entre los muertos.
La Palabra de Dios consignada en el Antiguo y Nuevo Testamento es el fundamento de nuestra iglesia, en ella encontramos la voluntad de Dios y sus propósitos para la iglesia y para el mundo. Somos una comunidad que se mantiene fiel a la verdad que el Señor ha revelado en su Palabra, ella es fuente de vida y dirección para la fe. Estamos sostenidos por la fidelidad a la Palabra de Dios, que nos llama a anunciar las Buenas Nuevas de Jesucristo.
La fe es un llamado a caminar de la mano de Dios, a entender que necesitamos permanecer aferrados a Él para afrontar cada realidad de la vida. Solo en la medida en la que buscamos a Dios y construimos una vida de intimidad sostenida en su verdad, podemos conocerlo profundamente y cumplir el propósito que Él nos ha encargado. Somos una comunidad que depende de Dios y de su Palabra, reconociendo su llamado de permanecer en Él (Juan 15:1-17).
Como comunidad, reconocemos el principio del amor como eje central de la revelación de Dios. El llamado a amar a Dios y a los demás nos desafía como comunidad de fe a reflejar el amor que hemos recibido de parte de Dios. Amamos a Dios amando su Palabra y obedeciendo su voluntad. Amamos a los demás sirviendo con entrega, pero también anunciándoles la verdad de Dios revelada en las Buenas Nuevas.
Buscamos vivir una vida de total adoración y dependencia de Dios y de su Palabra, mostrando transparencia en cada uno de los asuntos eclesiales, económicos, administrativos y sociales que nos corresponden. La verdad de la Palabra nos llama a vivir de manera piadosa en todos nuestros procesos; por eso, hemos desarrollado una estructura que nos permite cuidar de manera transparente los recursos económicos, humanos, espirituales, etc., que Dios nos ha encargado.
La Palabra de Dios nos da la seguridad de que aquellos que han creído en Cristo como su Señor y Salvador, pueden vivir confiados en esta vida y por la eternidad. Afirmamos que nuestra única esperanza descansa en la persona de Jesús. Él nos ha dado salvación por su sacrificio en la cruz y nos ha asegurado la vida eterna por su resurrección de entre los muertos.
Hay un solo Dios, quien es infinitamente perfecto y existe eternamente en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo (Deuteronomio 6:4; Mateo 3:16-17; Mateo 28:19; Juan 16:12-15; 2 Corintios 13:14; Santiago 1:17).
Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Anunciamos el Evangelio de Jesús y vivimos a la expectativa de su manifestación gloriosa, Él vendrá otra vez para establecer su reino de justicia y paz (Juan 1:1; Juan 1:14; Juan 14:1-7; Hechos 1:9-11; Filipenses 2:5-11; Colosenses 1:15-20; 1 Juan 1:1-4; 1 Juan 5:20).
El Espíritu Santo es una persona divina, enviada para morar en quienes creemos en Él, para guiarnos, enseñarnos, darnos poder y para convencernos de pecado, justicia y de juicio (Juan 16:7-15; Hechos 1:8; Hechos 5:1-11; Hechos 13:1-3; 1 Timoteo 4:1; Romanos 8:12-14).
Como comunidad de fe, estamos llamados por el Señor y guiados por el Espíritu a anunciar el mensaje de salvación en la persona de Jesús (Mateo 9:35-38; Lucas 10:1-12; Hechos 1:8; 1 Corintios 2:1-5).
Quienes nos hemos encontrado con Jesús como salvador, entendemos el valor de anunciar la verdad del Evangelio para que otros también lo conozcan y reciban la esperanza de vida eterna (Juan 4:39-42; Marcos 5:18-20; Romanos 1:16-17).
Creemos que el Antiguo y Nuevo Testamento fueron inspirados por Dios y son la revelación completa de su voluntad para la salvación de los hombres. Constituyen la única regla divina de fe y práctica cristiana (Salmo 119; 2 Timoteo 3:14-17; Hebreos 4:12; 1 Pedro 2:2; 2 Pedro 1:19-21).
Toda la Escritura señala a la máxima revelación de Dios en Jesús, en Él encontramos la salvación y la vida eterna (Isaías 53; Juan 1:1; Juan 1:14-18; Juan 5:39; Lucas 24:27; Lucas 24:44-47; 2 Timoteo 1:8-13; Hebreos 1:1-4).
Quienes nos arrepentimos y creemos en Jesús como Señor y Salvador nacemos de nuevo por medio del Espíritu Santo, recibimos el don de la vida eterna y llegamos a ser hijos de Dios (Mateo 3:7-12; Mateo 4:17; Juan 1:12-13; Hechos 4:12; Efesios 2:1-7).
El fin de aquellos que no creen y rechazan al Hijo de Dios es la condenación eterna, mientras que para aquellos que creemos, es el gozo y vida eterna con Dios (Juan 3:18-20; Juan 3:36; Romanos 5:18-19; Romanos 8:1).
Habrá una resurrección corporal para todos los seres humanos. Para los que creemos en Jesús será una resurrección de vida eterna y para los que no creen en Él, una resurrección de muerte eterna y condenación (Daniel 12:2, Marcos 8:34-38; Juan 5:28-29; Hechos 24:15; 1 Corintios 15).
Como iglesia, somos el cuerpo de Cristo y hemos sido comisionados por Él para ir a todo el mundo dando testimonio y predicando el Evangelio a todos los seres humanos (Mateo 16:16-18; Mateo 28:16-20; Hechos 9:31; Efesios 2:19-22; Colosenses 1:17-20).
La iglesia es la familia de fe. Aquellos que hemos creído en Jesús crecemos en amor y dependencia de Él (Juan 13:34-35; Juan 15:1-17; 1 Corintios 13; 1 Juan 4:7-21).
Somos discípulos que seguimos los pasos de nuestro Señor y nos edificamos por la obra del Espíritu Santo (Hechos 2:41-47; Hechos 11:19-26; 1 Corintios 12; Efesios 4:1-16).
Esta es nuestra esperanza gloriosa y es una verdad vital que nos impulsa a una vida en dependencia del Señor y de servicio. (Mateo 24:29-31; 1 Corintios 1:4-9; 1 Tesalonicenses 4:9-5:11).
Terminamos cada celebración dominical con el clamor: “Ven Señor Jesús” (Maranata), porque anhelamos su manifestación gloriosa y la restauración de todas las cosas (1 Corintios 16:21-24; Filipenses 3:20-21; Apocalipsis 21:1-4; Apocalipsis 22:1-5; Apocalipsis 22:20).
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